En este trabajo nos proponemos analizar los aspectos más relevantes
y significativos que hemos podido extraer de la lectura de Elogio del texto
digital. A grandes rasgos, se podría catalogar como un libro que analiza el
contexto y todo el desarrollo que ha sufrido el texto digital desde su origen
hasta el momento presente.
Bien es cierto que existen lectores que siguen presentando, al
menos, un marcado rechazo a la idea de leer en una pantalla digital un libro
electrónico. Esta actitud la observamos muy a menudo debido al cambio que
estamos presenciando, y no es otro que el cambio de la página de papel
tradicional a un dispositivo digital y muy alejado del mundo analógico. Así
pues, este libro, tal como lo presenta el autor, sirve de “quitamiedos” y va
especialmente dirigido a aquellas personas que ven el nuevo formato digital
como una gran amenaza al libro, en su dimensión tanto física como en su dimensión
romántica.
Es importante destacar algo que resulta fundamental, pues en la
misma posibilidad de elegir cómo queremos leer este libro, si en formato
digital o en papel, ya nos da una de las grandes ideas que se van a entretejer
en su texto de forma implícita. El autor nos ofrece qué opción es más útil y
cómoda para nosotros, los lectores, y no es otra que la de la compra vía
internet del libro electrónico.
El pensamiento del autor no varía en su interpretación del nuevo
paradigma, y esto es evidente puesto que demuestra permanentemente un modo
optimista al cambio de formato del que estamos siendo partícipes. José Manuel
no tiene la menor duda sobre el asentamiento de los medios digitales sobre los
analógicos, y es tal su convencimiento que retrocede en el tiempo para
explicarnos la fulminante mudanza de los códices escritos a mano del siglo XV a
los libros impresos de la época, y con esta idea, también presupone el mismo
proceso de cambio que dará lugar a que el libro digital tome las riendas en el
proceso de lectura, y al mismo tiempo, concluyendo con las formas
tradicionales.
El autor nos ofrece la razón por la cual nos hemos inmovilizado
pensando que las páginas de papel eran más seguras que las digitales. José
Manuel va introduciendo hitos históricos como la invención de la imprenta,
aquella imprenta que se presentaba como la “democratizadora del saber”. Pero
como discrepa el propio autor, y siendo crítico, la realidad que se impuso fue
bien distinta, pues ello condujo al control de la impresión de ciertos
contenidos en los libros por parte de la Iglesia, y, lo más importante, la
aparición del lector que compraba los libros. De manera que el libro se
convertía en una mercancía que se compraba y se vendía para obtener beneficios
económicos.
José Manuel aboga profundamente en la aplicación total de los
cambios tecnológicos que se están poniendo en marcha, ya que si no se apoyan
estos cambios desafortunadamente el crecimiento cultural se verá congelado, ya
no solo a nivel personal, en cada individuo, sino que las Universidades también
se verán anticuadas y ralentizadas con respecto a este desarrollo.
Este aspecto lo podemos relacionar con uno de los términos que
introduce la obra. Así pues, nos referimos a lo que el autor llama los “nativos
digitales”, aquellas personas que han nacido inmersas plenamente en el mundo
digital y que día a día, jóvenes y no tan jóvenes, luchan por la demanda de
nuevas tecnologías que se ajusten a sus intereses. Obviamente, este empeño de
los “nativos digitales” choca de frente con la congelación del desarrollo
digital anteriormente aludida.
De nuevo, en el capítulo segundo, José Manuel recalca la idea del
terror de la industria editorial, pues esta nos está privando de los nuevos
modos de conservación y difusión del texto en la era del conocimiento. Pero,
con esto se dejan abiertos varios interrogantes que invitan a la reflexión del
lector, pues podemos pensar en la venta de e-readers como otra estratagema de
las editoriales, y más allá, podemos pensar en el cambio de formato como una
vía para ganar más beneficios, o quizás no.
En los siguientes capítulos, el tercero y el cuarto, nuestro autor
cuenta la historia de Internet desde sus comienzos hasta el momento actual.
Para ello nos introduce a Vannevar Bush, ingeniero estadounidense, el hombre
que pensó en un ordenador como un dispositivo almacenador de documentos. Llegó
a ser uno de los científicos más importantes durante la Segunda Guerra Mundial,
pero finalizada esta, fue consciente de crear nuevas herramientas para la
organización de documentos. Para ello ideó un nuevo aparato llamado Memex,
que acabó siendo el lanzador de la web y de los “senderos de información” que
actualmente usamos para ir de unos contenidos a otros en la web.
En el quinto capítulo el autor expone la historia del hipertexto.
La primera persona en proponer este término de hipertexto fue Ted Nelson. A
partir de ahí, Megías cubre de romanticismo el texto digital para liberarlo de
la frialdad al que está sometido y explica el origen de un nombre del que habla
Nelson llamado Xanandú, interpretado como “ese mágico sitio de la
memoria literal donde nada se pierde nunca”, y esta definición es clave para
que Megías catalogue el hipertexto como aquel tejido donde todo está unido. El
hipertexto, por tanto, sería una herramienta muy útil para organizar el
contenido de forma didáctica y facilitando el entendimiento del lenguaje.
En el siguiente capítulo el autor relata la historia de las
bibliotecas digitales, así como la situación presente. Compara la biblioteca
digital de Europa, Europeana, que pretende digitalizar todo el
patrimonio bibliográfico al completo, con la Biblioteca de Alejandría, aquella
que encerraba el 70 por ciento de la sabiduría humana. En España contamos con
la Biblioteca Virtual de Cervantes que publicaba las obras de cuyo autor
ya había fallecido. Este fenómeno lo evidenciamos cuando solo podemos tener
libros de autores ya fallecidos en nuestro ebook. La situación no deja
de reflejar una paradoja, pues leemos obras antiguas respecto a la situación
temporal actual en un formato muy moderno.
Según el autor, apenas hay un sustancial cambio hacia la fijación
de los medios digitales en las Universidades. Por ello, defiende la elaboración
de “plataformas de conocimiento” totalmente opuestas al modelo que tienen
nuestras bibliotecas hoy en día, y de esta manera convertirlas en herramientas
fundamentales para el personal universitario. Para corroborar este argumento,
José Manuel cita:
“(…) una
biblioteca digital universitaria debería dar un paso más allá para convertir el
conjunto de materiales y utilidades en una unidad hipertextual, es decir, un
espacio donde todo el material esté interrelacionado, para así hacer de estas
utilidades una “plataforma de conocimiento”, adaptada a las necesidades de cada
usuario”
Para concluir esta reseña, y
subrayar una idea fundamental que se ha ido entretejiendo en cada una de las
propuestas de avance y desarrollo hacia los medios digitales avanzados,
acudimos a una cita de Allan Kay que el autor se empeña en repetirnos a lo
largo de la lectura, y, sin duda, tiene una relevancia fundamental:
“La mejor forma
de predecir el futuro es inventándolo”
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