Pero
la realidad es más cruel de lo que parece. Actualmente, asistimos a una
degradación atroz de esta romántica figura tan admirada por especialistas en la
historia de la literatura. Se podría decir que se ha producido una total
desvinculación con lo que en un origen muy lejano significaba ser un librero.
En
los tiempos actuales, nada de lo que antaño admirábamos ha perdurado en gran
medida, es por ello que en el día de hoy visitamos “libreros” fríos,
superficiales y con un simple y banal interés comercial y capitalista. Nos
encontramos ante una figura cuya función ha sido sustituida por cualquier
dependiente común. Y esto es tan evidente que si hacemos la prueba y le
preguntamos a cualquier “librero” quién es el supuesto autor de La celestina, la respuesta, quizás, no
nos guste.
El
legado de nuestros escritores es uno de los tesoros más preciados que
disponemos. Los clásicos que conforman nuestra literatura, en concreto, los
clásicos españoles, deben de ser pilares de referencia obligatoria para
cualquier persona que tenga un oficio relacionado con ellos. Estas obras fueron
en su época reflejo de la sociedad española del momento, reflejaban unos
valores sociales, morales y culturales que plasmados en las obras son y serán
testimonio de lo que fueron y, en definitiva, de lo que fuimos. Es por ello que
se debe tomar una profunda conciencia de tal profesión, pues son los libreros
los que pueden mantener vivo ese espíritu literario. Por consiguiente, es ese
humilde librero leído en todos los
saberes el que puede seguir manteniendo la llama literaria encendida en sus
lectores o clientes, pues manteniendo ese fuego honramos y hacemos homenaje en
cada lectura a los grandes maestros poetas, dramaturgos y novelistas.
En tiempos pasados, con su saber erudito, nos
aconsejaba y guiaba muy sabiamente qué edición leer de cualquier libro tan
sumamente relevante como El Quijote, del
gran maestro escritor del siglo XVII, Miguel de Cervantes. Abogar
por un librero especialista en asuntos literarios es apostar por un mayor
acercamiento entre el autor de la obra y el lector. Y es ahí donde reside el
verdadero sentido de una obra o de un clásico, el entendimiento profundo entre
autor y lector, la complicidad y el entendimiento recíproco entre ambas
figuras. Este objetivo, como es natural, requiere la plena capacidad y
disposición literaria de nuestro librero.
Hemos
de tener presente, una vez expuesta la idea de la evaporación de la figura
romántica del librero, que hoy en día también encontramos a personas dedicadas
en la recomendación de libros o de manuales, también con mucha experiencia en
ediciones y en autores. Es en estas personas donde reside la esperanza de no
perder aquella figura del librero que nos aconsejaba qué edición era más
adecuada para leer El Quijote.
A
partir de esta figura que intenta seguir cumpliendo la función de librero,
lanzo una propuesta para que su labor sea lo más eficaz posible. Para ello, es
necesario tener en cuenta el papel fundamental que cumplen las redes sociales,
blogs, foros, etc., así pues la tarea consiste en recomendar libros vía
Internet, es decir, se trata de introducir la figura del librero en las redes,
y, de esta forma, conseguirá acercarse a un mayor número de público. Esta labor
requiere la constante dedicación a la actualización de un blog, así como la
firme presencia en las redes sociales, ya sea Facebook y/o Twitter para
afianzar su trabajo. También puede abrir debates virtuales sobre las lecturas
que propone el nuevo librero en la era digital.
Para
concluir esta reflexión sobre la figura del librero, es importante tener
presente que gracias a la literatura podemos viajar y ser dichosos desde una
simple butaca y quien mejor que preservar ese privilegio que el librero, y por
ello, cedo la palabra a Jorge Luis Borges, quien dijo una vez:
"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún
tipo de biblioteca."
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